08/Ene/2023
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Lo único que necesitas es agua y azúcar para lograr uno de los ingredientes más ricos de la repostería: el almíbar. La palabra proviene del árabe almaiba, que era un jarabe elaborado con membrillo. Fueron precisamente los árabes quienes descubrieron la manera de prolongar el sabor de las frutas estacionales. Cuenta una leyenda que fue descubierto, accidentalmente como muchos otros postres, por la princesa árabe Valentina. Dejó azúcar cociéndose pero se olvidó de retirarlo del fuego y así nació el almíbar.
De forma casera y tradicional comenzaron a mezclar trozos de fruta con agua y azúcar y los pusieron a fuego lento para espesarlos. Así hallaron un gran sabor dulce y una forma de conservarlos durante más tiempo. Hablando no solo del sabor que le da a la fruta, el almíbar hace que los microorganismos no se reproduzcan o lo hacen a una velocidad lenta. Esto sucede porque el azúcar retiene el agua y dificulta la supervivencia de los microbios. Es así como la sacarosa en altas cantidades evita el deterioro del alimento y desempeña un papel antiséptico. Se tienen evidencias que los antiguos egipcios utilizaban la miel en el proceso de momificación.
Los usos del almíbar son múltiples en el mundo de la gastronomía: se utiliza para la elaboración de caramelos, cobertura de pasteles, base de postres y para conservar frutas. Hay de diferentes tipos; la consistencia, desde un líquido viscoso a un caramelo duro y quebradizo, depende de la saturación de azúcar en el agua y del tiempo de cocción y por su puesto del uso que quieras darle. Y cómo lo hemos visto en muchos postres, tú puedes agregar la fruta que quieras al almíbar, durazno, piña, manzana, cerezas, etc.